Es histórica y tradicional en la izquierda (no solo en México) sus confrontaciones internas y su lucha entre “principistas” y “pragmáticos”, entre “puros” y “impuros”, entre “independientes” y “colaboracionistas”; entre “reformistas” y “revolucionarios”, etc. etc.
La existencia de corrientes de pensamiento dentro de los partidos no debería sorprendernos, de hecho, son necesarias, sobre todo para alimentar el debate interno para caracterizar la situación del país y establecer un plan de acción eficaz a los objetivos políticos de dicho partido.
Después de la desastrosa elección Presidencial de 2006, de frente a la imposición política de Calderón en los Pinos, y a la alianza táctica entre el PAN y el PRI para mantener el status quo, el PRD se radicalizó en una de sus alas, la que se sentía afectada y robada por los mismos de siempre.
La estrategia postelectoral encabezada por Andrés Manuel López Obrador, esa que planteó la ilegitimidad de Calderón y asumió a la confrontación contra el “espurio”, fracasó cuando PRI y PAN decidieron dar vuelta a la hoja y mantener la estabilidad política del país y sacar adelante el orden constitucional.
Desde ese momento la línea “rupturista” estaba destinada al fracaso, a la rebeldía y sobre todo al aislamiento.
Después de haber disputado la Presidencia de la República y de haber obtenido una votación histórica, para las elecciones estatales y federales de los años 2008 y 2009, la votación del PRD se desplomó.
La votación, los simpatizantes, se esfumaron, 8 de cada 10 votantes por el proyecto del PRD abandonaron sus preferencias, y el partido volvió a tener entre el 15 y 18% de votación nacional. El PRD se hundía y rumiaba su derrota frente a Calderón. Andrés Manuel, entonces, enfiló sus baterías contra las “mafias” político-empresariales que se han adueñado del país. La línea del tabasqueño había perdido a miles, cientos de miles, millones de simpatizantes en el país y ahora se confrontaba con la clase empresarial a la que acusó de corrupta, mafiosa e inmoral.
La “lógica” de la confrontación tenía al PRD atrapado en la improductividad electoral, fuera de las grandes decisiones del país y en una condición de franco aislamiento. Los tres años después de la derrota del 2006, abrieron la puerta para el retorno del PRI a los Pinos. Este partido pretendía recoger lo que AMLO estaba tirando por la borda, millones de votos no tendrían otra opción más que votar por el regreso del PRI a la Presidencia de la República.
Jesús Ortega encabeza una de las corrientes políticas internas más fuertes del PRD y llegó a la Presidencia del Partido en condiciones por demás trompicadas y jaloneadas, se le acusó de haber sido “electo” por Calderón, al ser el Tribunal Federal Electoral el que lo legitimó frente al diferendo con Alejandro Encinas en la disputa por la presidencia nacional del PRD.
Y es muy probable que desde la Presidencia se viera con muy buenos ojos a Ortega para conducir a un PRD a terrenos más moderados.
Pero al mismo tiempo era vital sacar al PRD de la lógica del aislamiento, de la radicalización, de la polarización y sobre todo, con una mirada estratégica llevarlo nuevamente al ruedo electoral y reconstruir institucionalmente al Partido, de cara a la movilización y agitación social que conducía muy bien Andrés Manuel en las calles y plazas públicas.
Andrés Manuel se quedó con la calle y la movilización y Jesús Ortega con el partido y la negociación oficial.
A partir de aquí la lucha entre estas dos tendencias fue a muerte y se acrecentó cuando un acuerdo del Consejo Nacional del PRD autorizaba alianzas del partido con el PAN para los procesos electorales estatales.
Las alianzas electorales dieron al PAN y al PRD de Ortega un respiro que obstaculizaron las pretensiones del PRI en su regreso a los Pinos, desestabilizaron esta posibilidad y están seguros de que habrán de descarrillar al precandidato del PRI, Enrique Peña Nieto, si afianzan una alianza en el Estado de México.
La culminación del largo camino de las alianzas electorales con el PAN en elecciones estatales, recompusieron el escenario tanto para el PAN y el PRD, solo hay un detalle, el éxito táctico de estas alianzas disminuyen dramáticamente las probabilidades de Andrés Manuel López Obrador en sus pretensiones para ser nuevamente candidato del PRD a la Presidencia de la República, y desde esta perspectiva, AMLO pugna por destruir las Alianzas.
Jesús Ortega considera que, a la postre, las alianzas permitirán emparejar el piso para el PRD en la elección presidencial del 2012.
La clave está en la consulta del próximo domingo donde se decidirá el futuro de la alianza con el PAN, y por ende, a la elección del Estado de México…y es muy probable que el futuro del PRD y su participación en la elección presidencial del 2012.
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